domingo, 20 de septiembre de 2015


Qué hermoso es esto, instante tras instante. Qué impredecible, qué misterioso y qué emocionante.

Los colores de las hojas de otoño.

El crujido de las hojas bajo mis pies.

El frío del viento.

El rocío en las flores.

El murmullo del tráfico.

¿Por qué buscamos el cielo cuando continuamente estamos en él? El reino de los cielos en medio del dolor, en medio del luto, de la muerte y de la guerra, el reino de los cielos tanto en los buenos como en los malos momentos. La búsqueda implica que el cielo está en otra parte, en otro lugar, en otro tiempo. Y eso también está bien. Eso también es el cielo.

¿Por qué buscar? El cuerpo se marchita. De hecho, ni siquiera estamos seguros de que sobreviva otro día. Ni siquiera otro instante. Éste podría ser nuestro último momento. Realmente no lo sabemos.

Éste podría ser tu último momento. ¿Por qué seguir buscando? No hay nada equivocado en ello. Pero, ¿qué estás buscando? ¿Y cuándo lo encontrarás?

¿No podría lo que estás buscando hallarse ya frente a ti, literalmente delante de tus ojos?

¿No te parece eso posible?

Y Jesús replicó:
“No vendrá como las personas esperan;
No dirá “¡Mira, aquí está!” ni “¡Mira, ahí está!”,
Porque el reino de los cielos
Ya se extiende sobre la tierra,
Pero las personas no lo ven”.

Jeff Foster

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