jueves, 29 de enero de 2015

Rayuela - Capítulo 34



Pero qué hermosa estabas en la ventana, con el gris
del cielo posado en una mejilla, las manos teniendo
el libro, la boca siempre un poco ávida, los ojos du-
dosos. Había tanto tiempo perdido en vos, eras de
tal manera el molde de lo que hubieras podido ser
bajo otras estrellas, que tomarte en los brazos y
hacerte el amor se volvían una tarea demasiado tier-
na, demasiado lindante con la obra pía, y ahí me
engañaba yo, me dejaba caer en el imbécil orgullo
del intelectual que se cree equipado para entender
(¿llorando a moco y baba?, pero es sencillamente
asqueroso como expresión). Equipado para entender
si dan ganas de reírse, Maga. Oí, esto sólo para vos,
para que no se lo cuentes a nadie. Maga, el molde
hueco era yo, vos temblabas, pura y libre como una
llama, como un río de mercurio, como el primer can-
to de un pájaro cuando rompe el alba, y es dulce
decírtelo con las palabras que te fascinaban porque
no creías que existieran fuera de los poemas, y que
tuviéramos derecho a emplearlas.
Rayuela - Capítulo 34

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